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Después de las fiestas

Y cuando todo el mundo se iba 
y nos quedábamos los dos 
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas 
ahí como un remanso, 
sola conmigo al borde de la noche, 
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba 
porque una misma almohada 
y una misma tibieza 
iba a llamarnos otra vez 
a despertar al nuevo día, 
juntos, riendo, despeinados.

- Julio Cortázar

© 2016 por Obra para un Escritor.

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