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Elegía de un madrigal

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío, 
¡oh tarde como tantas!, el alma mía era, 
bajo el azul monótono, un ancho y terso río 
que ni tenía un pobre juncal en su ribera. 
    ¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia 
que borra el misterioso azogue del cristal! 
    ¡Oh el alma sin amores que el Universo copia 
con un irremediable bostezo universal!

                      

 

    Quiso el poeta recordar a solas, 
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos 
que él llamaba en sus rimas rubias olas. 
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos... 
    Y un día -como tantos-, al aspirar un día 
aromas de una rosa que en el rosal se abría, 
brotó como una llama la luz de los cabellos 
que él en sus madrigales llamaba rubias olas, 
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos... 
Y se alejó en silencio para llorar a solas.

-Antonio Machado

© 2016 por Obra para un Escritor.

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